sábado, 1 de noviembre de 2014

PARA EMILIA

Allí esta ella desnuda entre las sombras, la hermosa Emilia, de pie en medio de la buhardilla apenas iluminada por un tenue chorro de luz, que se cuela por entre la cortina roída y sucia de una ventana a medio cubrir. Sus carnes juveniles y delicadas se adivinan en medio de aquel pequeño río luminoso bañado en polvo.

La habitación a primera vista luce tenebrosa y mas pequeña de lo que en realidad es; gracias a ese tono azul pálido que lo llenaba todo, todo excepto la figura vaporosa de Emilia, que contrasta con las borrosas líneas de los chécheres arrumados a su alrededor, llenos del mismo polvo que navega en el aire estático del cuarto.

Congelada en aquel espacio sin tiempo ella parece hipnotizada con su reflejo, se contempla en lo que queda de un viejo espejo ovalado, su delicado cuerpo de muñeca virgen se dibuja desnudo sin pudor frente a sus ojos, por primera vez. Emilia se deleita paseando lento su mirada por las curvas nacientes de sus senos, que se me antojan suaves y cálidos, coronados en la cúspide por rosadas cumbres que crecen llenas de lascivia y deseo. 

Su piel adolescente parece reflejar ese tono frío y azulado del cuarto como si de una estatua de mármol se tratara. Tan solo algunos suaves movimientos de sus dedos, rozando los rubios rizos de su sexo, revelan toda esa vida que a sus tiernos quince años ya hierve en su cuerpo.

Yo la contemplo entre las sombras, estático y silente ...perdido tras algunos muebles sin atreverme a moverme, por miedo a romper la magia de este instante. La observo con mis ojos llenos de su juvenil belleza, como un testigo mudo de ese momento único, mientras mi Emilia se descubre como mujer deseosa de sensaciones, como fuente de su propio placer.

Las yemas de sus manos juguetean suavemente la cadente piel bajo los rizos, explorando el borde de ese abismo entre sus piernas que palpita en hirviente y salado magma. Ahora, el  rostro de Emilia revela ese efecto domino que sucede en su interior, perceptible para mi por un mordisco placentero que le da a su labio.

Desde mi oscuro rincón continúo acechándola mientras envidio su propio tacto, sus dedos siguen a sus ojos como fieles canes buscando aumentar cada roce. Poro a poro Emilia se explora recorriendo su inocente geografía, curioseando la turgencia de sus nalgas, lo afilado de sus caderas y esa profundidad interminable de su sexo.

De pronto, sus rosados labios de colegiala se abren dejando escapar un leve quejido mezcla de descubrimiento y placer. Parece que mi Emilia ha encontrado el gatillo de un océano de sensaciones que la toca en oleadas y su figura se encoge un poco, como si fuera a caerse, pero aun así su mano no abandona el rosado y brillante epicentro de su obsesión.

Por el contrario, el movimiento de sus dedos aumenta en intensidad y su mano libre se apodera de uno de sus apetecibles senos, estrujándolo sin piedad, mientras una mueca incontenible se apodera de su carita de muñeca. La saliva llena mi boca, aquí estoy robándole la privacidad a esta fierecilla sexual que ahora protagoniza sin saberlo el espectáculo voyeur de mi vida. Yo no dejo de contemplarla... la deseo.

Y el inevitable maremagnum llega, sus caricias autoinfligidas logran su cometido, ahora los labios de Emilia se abren como dispuestos a dejar salir un grito que se origina desde el centro mismo de su sexo, escucho entonces un gemido apagado saliendo de su garganta y veo la piel de porcelana de su espalda erizándose, al tiempo que sus ojos se cierran con fuerza.

La inocente niña ha dejado de serlo y su naciente placer brilla en ríos traslúcidos que bajan por sus muslos. Sin prisa abre los ojos, su mano transgresora abandona el interior de aquel sexo húmedo y Emilia curiosa por naturaleza lleva sus dedos olorosos y húmedos a la boca, probando uno y luego dos como un dulce manjar recién descubierto.

Absorta totalmente en su disfrute Emilia gira lentamente con su mirada recorriendo la penumbra, hasta que sus ojos se detienen en el oculto rincón donde acurrucado la espío y ,aunque se que no es posible que me vea en aquella oscuridad, la chiquilla de piel perfecta se sonríe con la malicia de una puta consumada ...y sin pensarlo dos veces Emilia se adentra en las sombras caminando desnuda hacia mi, con sus senos perfectos de cúspides rosadas, con su orgasmo inundándole aquellos rizos que cubren la entrada a su sexo y con la seductora cadencia de un ángel recién convertido en demonio.

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