Dentro de la cabaña a la orilla de la playa te observo en silencio recostada contra la madera vieja de una ventana, me hipnotiza ese vestido blanco vaporoso que llevas puesto, será porque con la menor brisa del mar la fina tela marca tu exquisita figura y me augura la turgencia de tus carnes. Sabes que te contemplo, aún así finges mirar el mar dándome la espalda y yo me levanto de la cama acercándome lento, disfrutando cada paso que doy hasta pegarme a ti, sin afán pongo una mano en tu cadera y con la otra recojo tu pelo para dejarte la nuca al descubierto.
Mi boca se acerca y con mis labios te beso disfrutando cada toque, regocigándome con los finos cabellos que se crispan en tu cuello mientras te pego más a mí sintiéndote, ahora solo la delgada tela blanca separa tu piel de la mía. Mi mano en tu cadera sube hasta tu ombligo, las yemas de mis dedos pasean descaradas por cada poro de tu vientre, lo palpan, lo saborean, ahora puedo sentir como aumenta el ritmo de tu respiración en un galope desbocado que anuncia la rendición, la entrega.
Mis labios continúa jugueteando con tu nuca y tu cuerpo comienza a tener su propio movimiento, ahora eres tu quien se pega mas a mí, puedes sentir como mi cuerpo se despierta contra el tuyo y mis labios suben a tu oreja. Mi palma también hace lo propio por tu vientre despacio como aprendiéndose el camino de memoria hasta tus senos.
Con tu cabello cogido en mi otra mano hago girar tu cara para besarte, tus caderas comienzan a moverse en un vaivén en un deseo loco por sentir eso que le hace presión a tu cuerpo y que crece cálidamente pegado a tus nalgas. Tras un eterno recorrido mi mano llega al nacimiento de tus senos, la detengo ahí solo un segundo para que desees que siga su camino, mientras mi boca encuentra la tuya en un desenfreno de labios y lujuria.
La punta de nuestras lenguas juegan en un ritmo cadencioso y nuestro aliento ya es uno solo, un jadeo armónico que sigue los movimientos de tu cadera, como si el roce de nuestros cuerpos fuera a desaparecer la tela que los separa. El tiempo se congela y seguimos ahí pegados mi mano sube por tu seno deleitándose al tacto suave, pero consiente que despierta con sus caricias las cimas de tus tentadoras colinas.
Lentas escalan mis yemas y tras ellas los dedos y luego la palma, cuando mi mano llega a la cima se regodea con su suave tacto, disfruta cada centímetro de piel erizada, mis dedos juegan lento con tu pezón despierto por aquel parsimonioso recorrido. Tu espalda se arquea esperando sentir aun más al intruso que presiona entre tus nalgas.
Y yo suelto tu cabello para que mi mano se deslice por tu espalda buscando el sur de tu anatomía, mi mano derecha ahora pasa jugando de uno de tus senos al otro, los dibujo con la yema de mis dedos. Tu boca ahora está en mi oído, mientras yo beso todo tu cuello jadeas despacio, como si quisieras disimular cuanto te gustan mis caricias.
Mi mano izquierda recorre despacito todo tu costado hasta la cadera, ahora mis dedos van recogiendo la tela de tu falda que sube despacio dejando ver el canela de tus piernas, ya sin ella se hace más cálido el tacto entre nuestros cuerpos. Por primera vez tus manos se mueven buscando liberar de su cárcel de tela al intruso que palpita pegado a ti.
Con las manos tras la espalda buscas a tientas soltar el cordón blanco que sostiene mis pantalones, como puedes lo logras y caen dejando que el contacto de nuestras pieles sea directo, tan cálido y fuerte como un hierro de forja cuando toca el agua. Aquel intruso caliente y duro que está ahora pegado a la suavidad de tus carnes te hace soltar un gemido sonoro que invade el cuarto.
Mis manos no se quieren quedar atrás, así que se unen para sacarte el vestido y arrojarlo por el suelo donde se dibujan nuestras siluetas desnudas. No queremos separarnos uno del otro eso es claro, ahora sin barreras mi mano derecha retoma tus senos como prisioneros y la izquierda dibuja una línea recta hacia el sur de tu ombligo.
Al llegar a su destino no puedes ocultar que estas excitada, tu cuerpo te delata, el solo roce de mis dedos con tu sexo hace que en un respingo eches hacia atrás tu cadera y sientas con mayor presencia a tu intruso. Giras la cabeza buscando mi boca con desespero, me comes la boca como si tu vida dependiera de ello, muerdes mi labio inferior y juegas con tu lengua en mi boca.
Yo respondo explorando con mis dedos en medio de tus piernas, siento la humedad ahogando mis dedos, es el premio a mis juegos en tu interior. Mi mano perdida entre tus piernas continúa con descaro robándote pequeños quejidos, saco despacio mis dedos juguetones ungidos en tu humedad y quiero probarlos, quiero tener ese sabor en mi boca y esa fragancia metida en mi nariz.
Me encanta tu sabor, me domina tu olor, es tanto el deseo que me produce que quiero probarlos directamente de la fuente, decido entonces bajar besando tu espalda incrementando tu deseo. Te agarras del marco de la ventana, solo el mar espía nuestro placer, ahora mi boca hace un camino a lo largo de tu espalda, un camino de besos y pequeños lengüetazos.
Llego al final de la espalda donde dos pequeñas depresiones que señalan el inicio del coxis, le doy un beso francés a cada una de ellas y continuo en mi travesía, tu sabes bien que busco y automáticamente comienzas a recostarte hacia delante contra la ventana, sin doblar las rodillas. Empinas un poquito más tu cola y allí me encuentro frente al manjar más apetecido y deseado por tanto tiempo, aguanto mis embates y decido comenzar despacio a disfrutarlo.
Mis manos ahora son dueñas cada una de una de tus nalgas, el tacto es durito, suave y tibio. Suavemente las separo para dejar a mi merced mi premio, su sola imagen me hipnotiza, me atrae; sin pensarlo mi boca busca un beso largo, mi lengua comienza a explorar despacio ese mar de sabores y a cada segundo quiero hundirme más en ti.
Mi lengua tiene vida propia, es una anguila sin control que explora cada rincón, cada sabor de tu cuerpo y mi rostro se pierde entre tus nalgas. Tu solo te aferras y exhalas sonidos guturales y jadeos cargados de sensualidad, mientras mi boca no cede en su empeño de devorarte mis manos facilitan mi acceso. Ahora no se si yo te devoro o es tu cuerpo el que lo hace conmigo.
Mi rostro esta empapado en tus ríos de placer, por tus piernas bajan pequeños hilos brillantes de humedad, mi nariz te respira por completo, tengo tu aroma de mujer excitada grabado a fuego en la memoria. Y aunque mi sed por tu sexo aun no se ha saciado separo mi boca de tu manjar, me relamo los labios como todo un goloso porque he decidido cambiar de arma en esta guerra por arrancarte un orgasmo.
Tú giras la cara y me miras por encima de tu hombro con cara de niña viciosa, pidiendo más con tu mirada. Y fijas tus ojos en ese intruso que antes sentías y que ahora contemplas con deseo, así que decido ponerlo en la entrada a tu cuerpo, su cabeza señala el camino que seguirá. Una gota traslucida brilla en su punta, de pronto una de tus manos abandona el marco de la ventana y agachándote aparece entre tus piernas para con un dedo robarte esa gota y llevarla directo a tu boca.
Haces cara de picara que inmediatamente se transfigura en el rostro de una mujer muerta de deseo y tu voz ordena casi a punto de quebrarse: Métemelo!!!. Así que sin pensarlo dos veces empujo todo el peso de mi cuerpo hacia ti, el intruso se afianza en la entrada de tu sexo y comienza a entrar como un ariete que rinde tus defensas a mi merced. Tú gimes profundo, sientes como cada centímetro de esa mole de carne va metiéndose sin piedad dentro de ti.
El roce de sus venas contra tus paredes húmedas, poro a poro tu sexo se va tragando por entero al mío y yo siento ese infierno mojado que me recibe quemándome con placer. Desde mi privilegiado punto de vista disfruto de ensartarte lentamente no alcanzo a ver tu cara pero puedo imaginarme tu gesto.
Así llego por entero a estar dentro de ti, mi vientre se pega a tus carnes y parecen que ambos sexos el tuyo y el mío fueron hechos para encajar el uno en el otro, pongo mi mano derecha en tu cadera y la izquierda coge tu cabello y lo agarra en una cola de caballo. Empiezo a sacarlo y veo como la humedad lo hace brillar dibujando cada vena en él, lo saco casi hasta que la cabeza está fuera de ti y de un solo envión vuelvo a meterme en tu cuerpo.
Tus gemidos ya casi son gritos, tienes el cabello en tu rostro, ahora mi ritmo de embestidas aumenta; entro y salgo de ti con mayor rapidez, con mi mano controlo el ritmo de tu cadera y jalo tu cabello para verte la carita de placer que estas poniendo. Arqueas tu espalda y sigo con mi placentera labor, me pides que no pare porque estas a punto de llegar, así que con ambas manos me apoyo en tus hombros y hago más fuerza al entrar en ti.
Los movimientos son bestiales, las palabras son obscenas, el sudor hace pequeños ríos en tu espalda. Veo gotas rodar por tus senos hasta los pezones que bailan por la fuerza de mis embestidas, ahora eres mía, no quieres ni deseas a nadie más dentro de ti. Solo quieres que ese ruido al choque de tus nalgas con mi vientre aumente y sientes que un volcán va a explotar entre tus piernas, un incontenible estornudo de placer.
El ritmo es frenético, parece que vas a exhalar un grito mudo y finalmente tu espalda se encorva, tus uñas se clavan en la ventana, mientras tu cuerpo tiembla sin control y yo siento como de tu cuerpo sale un manantial de humedad que me baña deliciosamente, como un cálido rio que emana sin control. Tu cuerpo se desgonza pero yo aun te tengo agarrada por los hombros y pegada a mí.
Así que lentamente salgo de tu cuerpo y te giro para darte un largo beso para que nuestras bocas se coman una a la otra, ahora soy yo quien te digo con un tono de orden: quiero venirme en tu boca !!!, sonríes ante la orden que por demás disfrutas dándole un descanso a tus piernas te arrodillas en el suelo y con tu rostro frente a mi sexo que te señala aun duro y brillante de humedad tu boca se dirige a la punta y tus labios comienzan a engullirlo.
Primero solo su cabeza roja, jugando con la punta de tu lengua mientras la tienes atrapada entre tus labios, veo como pones tus manos a los lados de mis piernas y sin quitarme los ojos de encima vas abriendo la boca aun más. Estoy hipnotizado no sé si mirar tus ojos o tu boca golosa tu mientras vez mi expresión de placer, sonríes, sabes que ahora eres la dueña de ese ariete que solo tú puedes liberar de la presión.
Disfruto viendo como tu boca aloja todo mi sexo con tu sabor aun en él, de rodillas pones tu mano derecha agarrando la base de mi pene para poderlo sacar de tu boca, en un gesto que hunde tus mejillas y yo me siento en el cielo, o en el infierno, ahora es tu desquite aumentas el ritmo pues sabes en que terminara tu maldad y es lo que buscas.
Mis manos se han asido de tu cabeza y ya no sigo tu ritmo, ahora con fuerza enfundo mi sexo en tu boca y tus ojos solo me miran con lujuria, saben que ya no aguanto, que estoy a punto de explotar. Siento como desde muy dentro de mi cabalga un placer desbocado que busca salir, lo sabes puedes sentirlo palpitando entre tus labios y con solo verme.
Así que lo engulles de un solo bocado y ahora soy yo quien emana un rio que va a caer dentro de tu boquita, paladeas con descaro mi sabor, tragando al mismo tiempo que conviertes tu boca en una prisión de la que no quiero escapar, estoy atrapado mientras sacias tu sed y cada estertor de placer te da un poco más del manjar que deseas.
Así con un orgasmo interminable te veo sonreír sin sacártelo aun de la boca, mirándome con cara de la niña buena que ha hecho bien su labor y me dices con voz de consentida: quiero otra vez!!!, sonrío al ver un pequeño hilo brillante salir por la comisura de tus labios hacia tu mentón, con un dedo lo recoges y te lo chupas. Yo te jalo hacia mi poniéndote de pie y te llevo cargada desnuda hacia la cama donde nos acostamos en forma de cucharita pero sin dormir, solo sintiendo nuestra respiración y dejando caer de los labios uno que otro Te quiero.